En el evangelio de hoy, Jesús recuerda a sus discípulos que la verdadera grandeza no está en el poder, sino en el servicio. Mientras que Santiago y Juan buscan los primeros lugares en el Reino, Cristo los invita a comprender que el camino hacia la gloria pasa por la humildad y la entrega de uno mismo por los demás. A través de su propio sacrificio, nos muestra que la verdadera fuerza reside en el servicio, la fidelidad y el amor.
Santiago y Juan: ¡No han entendido nada!
No es fácil comprender los caminos de Dios. No es fácil asimilar la enseñanza de Cristo. La conducta de Santiago y Juan, los dos hijos de Zebedeo, es una prueba de ello. ¡No han entendido nada!
Jesús acaba de anunciarles que será «entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas, que lo condenarán a muerte, lo entregarán a los paganos, se burlarán de él, lo matarán y al tercer día resucitará» (Mc 10, 33-34).
De todo esto, los dos apóstoles parecen solo haber retenido la palabra «resucitar». Y aun así, ¿qué entienden realmente? De ahí surge su pregunta: «Concédenos sentarnos uno a tu derecha y otro a tu izquierda en tu gloria» (Mc 10, 37).
El destino trágico que sufrirá su Maestro no les preocupa demasiado. Santiago y Juan solo piensan en ellos mismos, en sus posiciones en el Reino. Y reclaman los mejores lugares: a la derecha y a la izquierda del Maestro. Buscan honores y satisfacer sus ambiciones.
No tienen idea del camino que lleva a la gloria y olvidan que solo Dios decide la distribución de los lugares en su Reino.
Los otros apóstoles: tampoco han entendido nada
Los otros apóstoles, por supuesto, se indignan ante las pretensiones de los dos hermanos, pero su indignación no está motivada por nada más que la envidia. Ellos tampoco han entendido nada de la situación…
Así que, con admirable paciencia, Jesús vuelve a explicar a los suyos lo que ya les ha dicho tantas veces, pero que les cuesta tanto entender: El Reino de los cielos es algo muy diferente de los reinos terrenales. En estos últimos, la superioridad y la responsabilidad llevan al poder y a la supremacía: «Los que figuran como jefes de las naciones las tiranizan y los grandes las oprimen» (Mc 10, 42).
Pero, para ser el más grande en el Reino de los cielos, es necesario seguir otro camino: «El que quiera ser grande entre ustedes, que sea su servidor; y el que quiera ser el primero entre ustedes, que sea esclavo de todos» (Mc 10, 43-44).
Servir para entrar en la gloria de Dios
Este es el camino, el camino de Jesús: «El Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos» (Mc 10, 45).
Es grande el servidor que se hace esclavo de todos, que comprende las debilidades de los demás, que da su vida por otros.
Reconozcamos que esto no es algo que surja de manera natural. Al contrario, va en contra de nuestros deseos y reacciones más habituales. Sin embargo, la lección que Jesús dirige a sus discípulos, también nos la dirige a todos nosotros.
Cada uno de nosotros está llamado a servir, a beber de la copa del Señor.
Ciertamente, no se trata de buscar o sufrir un martirio espectacular, sino más bien de estar atentos a aprovechar las frecuentes oportunidades que nos ofrece la vida cotidiana: oración y trabajo, alegrías y sufrimientos, testimonio en todas sus formas.
Es en esta fidelidad diaria, en este esfuerzo constante por renovarse, en la lucha contra nuestro egoísmo, en la generosidad de corazón hacia el prójimo, donde reside nuestro servicio por cumplir, y en definitiva nuestra cruz. Y aunque a veces sea pesada de llevar, no deja de ser una fuente de esperanza.
Porque en su sacrificio, Jesús ha tomado sobre sí las miserias y las renuncias de los hombres de todos los tiempos; ha cargado con nuestras penas y esfuerzos; ha llevado nuestros pecados y nos ha salvado.
Así que, al unirnos a Jesús en su Pasión y en el servicio al prójimo, estamos seguros de caminar con Él por el camino de la Salvación. Amén.
Referencias bíblicas
Is 53, 10-11 / He 4, 14-16 / Mc 10, 35-45
Evangelio de Jesucristo según San Marcos
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, y le dijeron: “Maestro, queremos que nos concedas lo que vamos a pedirte”. Él les dijo: “¿Qué es lo que desean?” Le respondieron: “Concede que nos sentemos uno a tu derecha y otro a tu izquierda, cuando estés en tu gloria”. Jesús les replicó: “No saben lo que piden. ¿Podrán pasar la prueba que yo voy a pasar y recibir el bautismo con que seré bautizado?” Le respondieron: “Sí podemos”. Y Jesús les dijo: “Ciertamente pasarán la prueba que yo voy a pasar y recibirán el bautismo con que yo seré bautizado; pero eso de sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; eso es para quienes está reservado”.
Cuando los otros diez apóstoles oyeron esto, se indignaron contra Santiago y Juan. Jesús reunió entonces a los Doce y les dijo: “Ya saben que los jefes de las naciones las gobiernan como si fueran sus dueños y los poderosos las oprimen. Pero no debe ser así entre ustedes. Al contrario: el que quiera ser grande entre ustedes que sea su servidor, y el que quiera ser el primero, que sea el esclavo de todos, así como el Hijo del hombre, que no ha venido a que lo sirvan, sino a servir y a dar su vida por la redención de todos”.
Para las lecturas del día de hoy, consulte Vatican News.
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