Cada año, el segundo domingo de Cuaresma está marcado por el relato de la Transfiguración. Este pasaje nos hace contemplar a Jesús en su gloria, iluminando el camino de la fe para sus discípulos. Sin embargo, este acontecimiento espectacular ocurre poco después de un momento de duda: Pedro acababa de reconocer a Jesús como el Mesías, pero se negaba a aceptar que ese mismo Mesías debía sufrir y morir. La Transfiguración viene a esclarecer esta realidad: la gloria de Cristo pasa por la cruz, y estamos llamados a seguirlo por ese mismo camino.
Un punto de inflexión para los discípulos
Poco antes de la Transfiguración, en Cesarea de Filipo, Jesús hizo a sus discípulos una pregunta fundamental:
«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» (Lc 9, 20).
Pedro, inspirado por la fe, respondió sin dudar: «El Cristo de Dios». Sin embargo, cuando Jesús les reveló que su misión implicaba sufrimiento y muerte, Pedro se opuso firmemente. No podía concebir un Mesías humillado.
La revelación en la montaña
Jesús llevó consigo a Pedro, Santiago y Juan a la montaña para orar. Allí, ante sus ojos deslumbrados, su rostro se volvió resplandeciente y sus vestiduras brillaron con un fulgor intenso. Junto a Él aparecieron Moisés y Elías, figuras de la Ley y los Profetas, que hablaban con Él sobre su «éxodo» (Lc 9, 31), es decir, su Pasión y su partida de este mundo.
Este momento de gloria prefigura la Resurrección, pero también recuerda que Jesús deberá pasar por el sufrimiento para entrar en esa gloria. Entonces, la voz del Padre se deja oír desde la nube, confirmando a los discípulos:
«Este es mi Hijo, el Elegido, escuchadlo.» (Lc 9, 35).
Para meditar
- ¿Estoy dispuesto a escuchar plenamente a Cristo, incluso cuando su llamado me desafía o me desestabiliza?
- ¿Me cuesta aceptar que la fe también implique pruebas y renuncias?
- ¿Cómo puedo reflejar la luz de Cristo en mi entorno, a pesar de las dificultades del camino?
De la luz al compromiso
Ante esta visión, Pedro, aún impactado, propuso hacer tres tiendas para prolongar el momento. Pero la Transfiguración no es un fin en sí mismo: es una revelación que ilumina el camino a seguir.
Los discípulos deben descender de la montaña y acompañar a Jesús hasta Jerusalén, donde cumplirá plenamente su misión.
Nosotros también estamos llamados a llevar esta luz de Cristo a nuestra vida cotidiana, avanzando con confianza, incluso cuando el horizonte parece incierto.
Oración del día
Señor, abre mis ojos a tu luz y mi corazón a tu Palabra. Ayúdame a caminar con fe por el camino que has trazado, incluso cuando me parezca difícil. Que mi vida sea un testimonio de tu gloria.
Amén.
Referencias bíblicas
- Génesis 15, 5-12.17-18
- Filipenses 3, 17 – 4, 1
- Lucas 9, 28b-36
Lectura del santo Evangelio según San Lucas
En aquel tiempo, Jesús se hizo acompañar de Pedro, Santiago y Juan, y subió a un monte para hacer oración. Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y sus vestiduras se hicieron blancas y relampagueantes. De pronto aparecieron conversando con él dos personajes, rodeados de esplendor: eran Moisés y Elías. Y hablaban de la muerte que le esperaba en Jerusalén.
Pedro y sus compañeros estaban rendidos de sueño; pero, despertándose, vieron la gloria de Jesús y de los que estaban con él. Cuando éstos se retiraban, Pedro le dijo a Jesús: “Maestro, sería bueno que nos quedáramos aquí y que hiciéramos tres chozas: una para ti, una para Moisés y otra para Elías”, sin saber lo que decía.
No había terminado de hablar, cuando se formó una nube que los cubrió; y ellos, al verse envueltos por la nube, se llenaron de miedo. De la nube salió una voz que decía: “Éste es mi Hijo, mi escogido; escúchenlo”. Cuando cesó la voz, se quedó Jesús solo.
Los discípulos guardaron silencio y por entonces no dijeron a nadie nada de lo que habían visto.
Para leer las lecturas del día, consulta Vatican News – 16 de marzo de 2025.
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