En la mañana de Pascua, lo increíble se hizo realidad: la muerte cedió y brotó la vida. La fe en la Resurrección de Cristo está en el centro mismo de nuestra esperanza cristiana. No es una idea abstracta ni un mito reconfortante, sino una experiencia fundante.
«Entró también el otro discípulo… vio y creyó.» (Juan 20, 8)
Creer a la luz de la mañana
Algunos califican la fe en la resurrección como una fantasía consoladora. Sin embargo, esta fe es razonable. Encuentra eco en la misma creación: cada primavera, la naturaleza renace. Brotes verdes sustituyen la madera seca, el canto de los pájaros disipa el silencio invernal.
Este ritmo de renovación da a la Pascua todo su significado. No borra los dolores ni los dramas de nuestras vidas, pero revela su travesía. Como la luz de la mañana atraviesa las tinieblas, la vida nueva se anuncia, silenciosa pero irreversible.
Una fe que transforma
Por los sacramentos, especialmente la Eucaristía, participamos de esta vida resucitada. Recibimos al Cristo resucitado, quien nos revela que el sepulcro no es el final, sino el umbral de una vida mayor.
Dar testimonio de la Resurrección es permitir que esta vida transforme nuestros hábitos, nuestras relaciones, nuestras comunidades. No es una huida de la realidad, sino una inmersión en la nueva realidad que abre el Resucitado.
«Si han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba.» (Colosenses 3, 1)
El sepulcro está vacío. El mundo ya no es el mismo. La Pascua marca un nuevo comienzo.
Oración del día
Señor resucitado, has vencido la muerte y has hecho brotar la vida. Hazme entrar en el gozo de tu victoria, dame una fe viva, un corazón nuevo, capaz de reconocer tu presencia y de anunciarte con valentía. Amén.
Referencias bíblicas
- Hch 10, 34a.37-43
- Col 3, 1-4 o 1 Co 5, 6b-8
- Jn 20, 1-9
Lectura del santo evangelio según san Juan
El primer día después del sábado, estando todavía oscuro, fue María Magdalena al sepulcro y vio removida la piedra que lo cerraba. Echó a correr, llegó a la casa donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto”.
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos iban corriendo juntos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó primero al sepulcro, e inclinándose, miró los lienzos puestos en el suelo, pero no entró.
En eso llegó también Simón Pedro, que lo venía siguiendo, y entró en el sepulcro. Contempló los lienzos puestos en el suelo y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, puesto no con los lienzos en el suelo, sino doblado en sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio y creyó, porque hasta entonces no habían entendido las Escrituras, según las cuales Jesús debía resucitar de entre los muertos.
Para leer las lecturas del día, consulte Vatican News.
Para reflexionar:
- ¿Qué cambia concretamente en mi vida la Resurrección?
- ¿Creo que la luz puede surgir de mis tinieblas?
- ¿Cómo puedo irradiar la alegría de la Pascua a mi alrededor?
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